viernes, 16 de enero de 2009

Entre remeras, discos y elefantes efervescentes

Iba caminando por la una de las calles más transitadas del centro, junto a mi hermano. No era más que otra caminata común y corriente. Pero eso que era tan común se desplomó en un instante.

Justo en donde se juntaban dos negocios, que no tenían nada de interesante, comenzó a ocurrir algo sumamente extraño. Los dos edificios comenzaron a estirarse de manera que dejaron nacer uno nuevo entre medio de ellos.

Yo quedé bastante extrañada, pero como mi hermano no se había percatado, pensé que había sido producto de mi imaginación.

Lo más curioso fue que el negocio que creí ver nacer, era muy interesante. No alcanzaba a leer el cartel, porque estaba muy al lado de la vidriera, por lo que mis ojos llegaba a ver sólo un cartel negro con letras blancas.

Dicho negocio, no tenía una vidriera, sino que tenía un vidrio gigante en vez de pared, de manera que se podían ver todos los productos a la venta (distribuidos de manera muy prolija) y todo movimiento que había dentro del lugar. Era todo blanco, desde el piso, hasta las paredes.

Lo primero que alcancé a vislumbrar, fue una remera negra, con la cara de Syd Barrett en blanca en esténcil. Me alegró mucho, porque nunca había visto un lugar así. Golpeé a mi hermano con el codo, y el también lo vio.

Realmente estaba muy contenta. Entonces me decidí a entrar. Fue ahí cuando me di cuenta de que se trataba de un lugar en el que vendía todo lo que un pueda imaginar, de Syd Barrett. Desde sus discos, hasta zapatillas con pedazos de sus letras.

Recuerdo haber visto una remera de todos colores con un elefante efervescente.

Cuando voy a ver una de las remeras, escucho una voz que me dice: ¿Qué desea señorita?

Era nada más y nada menos el mismísimo Syd, el que me preguntaba eso. Estaba joven, como en la época en que era el líder de Floyd. Yo atontada mirándolo a la cara tomé una remera de colores, que tenía su cara y se la di. Por una razón extraña, no me pareció raro que él me atendiera, sólo me sorprendió un poco.

Fui a pagársela. Se colocó atrás del mostrador y...

Tardé unos cuantos minutos, yo diría que casi diez, en darme cuanta que estaba en mi cama, y tardé aún más en darme cuenta que nada había sucedido.

Por unos instantes sentí rabia. Pero después me puse muy contenta. De todas maneras, había conocido a Syd Barrett :)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Ojala soñara eso con Cortázar!
Que suerte...igual una parte de tu sueño me suena a Harry Potter jajaja, no lo habrás copiado inconcientemente? Pensalo...

Clarita dijo...

Como el número doce de Grimauld Place, si si me di cuenta que mi cabeza lo copió inconcientemente querida hermana (?)
:D

Limon dijo...

Nuuuuuuuuuuuuu te odio =(

conociste a Syd =(

=( =(

Anónimo dijo...

Fah, yo también quisiera conocerlo!

.
Eeey, además de que conocés a Pine,
conocés a Paulita Peña!!
de dónde??


No será que te conozco a vos también, pero en la foto no veo bien?
jajajaja

que Rosario miniatura!

un abrazo che!