martes, 24 de noviembre de 2009

Mis problemas con el tiempo


Uno en la infancia no se preocupa por el tiempo, si son las cuatro de la tarde o las cuatro y dieciocho. Después a medida que vas creciendo aprendés a leer la hora en los relojes agujas y después te regalan uno a los ocho o nueve años. Cómo dice Cortázar en "Historia de Cronopios y famas", "(...) No te regalan un reloj, tu eres el regalado, a tí te ofrecen para el cumpleaños del reloj. (...)". Y entonces ahí uno comienza a relacionarse diariamente con el tiempo.
No recuerdo bien cuando me regalaron mi primer reloj, pero sí cual fue el primero que comencé a usar. Fue a los diez años aproximadamente y era uno digital porque nunca supe leer rápido los relojes aguja, ni siquiera ahora. En fin, a los dos años se me rompió y desde ahí hasta los dieciseis aprendí a convivir con el tiempo sin saber las horas. Al principio recuerdo que fue dificil, me miraba la muñeca y no había rastros de numeritos. Pero uno se acostumbra a todo y yo me acostumbré a mi reloj mental.
El problema con los relojes mentales es obvio, son bastante inexactos. La mente engaña y siempre quiere pensar que es más temprano de lo que es.

Aquí es cuando creo que comenzó mi gran problema con el tiempo, que hasta ahora subsiste y creo que nunca podré solucionar. Esa costumbre de hacerle caso a mi mente y no al tiempo mismo quedó intacta y a pesar de que ahora pueda ver la hora exacta, la ignoro.
Ya es costumbre llegar tarde, aunque quiera no puedo llegar a horario. Es mi naturaleza.
Quizás todo esto sea una mera excusa para no admitir que llego tarde porque no me molesta o porque me gusta, no lo sé, no creo.
Al fin y al cabo, ¿Qué es el tiempo?

lunes, 16 de noviembre de 2009

Tragar

Pensaba que estaba pensando que pensaba mucho, y pensaba y pensaba y mis pensamientos se acoplaban con otros pensamientos, se intersectaban unos con otros, se encimaban impidiendo que pueda pensar en cada unos de ellos, valga la redundancia. No se dejaban entender, no se dejaban procesar. Ni siquiera podía escupirlos, tenía que tragármelos, de a varios por vez. Engullirlos sin poder saborearlos ni siquiera un poquito.
Después me distraje y tales pensamientos quedaron olvidados completamente. Así como las cosas pequeñas quedan olvidadas en el fondo de un baúl, entre las cosas grandes que las esconden; hasta que un día alguien mete la mano y FLUM un pequeño tesoro que vuelve a nacer.
Quizás eso pase algún día con mis pensamientos, quizás no. Por ahora mucho no me interesa.