Finalmente lo había logrado, un poco de esa pequeña infusión y ¡Voilá!
Pensar que había estado más de la mitad de su vida trabajando arduamente para conseguirla. Su vida estaba concentrada en esas tres miserables gotas, 38 largos años encerrados en un frasco.
La felicidad alcanzada hacía unos pocos minutos fue reemplazada, pisoteada, arrebatada por todos esos pensamientos que, sin duda, llegaron tarde.